Se trata, de esta manera, de distinguir lenguajes: la representación como mímesis se asienta en un código común, masticado; en un sentido único que lx espectadorx no tiene más que percibir (comprar, consumir). Las imágenes artísticas, poéticas –o las “impresiones estéticas”-, por el contrario, tienden a lo experiencial: del artista que produce, experimenta, y del espectadorx que interpreta y accede a aquello desde un lenguaje marcado por la subjetividad. Mientras que la representación se sirve de un código externo y convencional, la experiencia dialoga siempre con lo singular: interpretar es leer desde la fibra íntima de lo primitivo. No se trata, en última instancia, de apelar a las imágenes para representarlas –desde el lenguaje dado-, sino de apelar al imaginario para crear nuevas imágenes –de un lenguaje otro, la poesía: “Al hablar de poesía no estoy pensando en ningún género determinado. La poesía es para mí un modo de ver el mundo, una forma especial de relación con la realidad” (Tarkovski en Esculpir en el tiempo).