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Atrapadxs en el trap

EDITORIAL

Si algo hemos aprendido en nuestros espacios de formación es que es difícil determinar cuándo un fenómeno cultural empieza y termina. Planteamos fechas, eventos, lapsos de tiempo que pretenden operar como posibles orígenes y con más o menos crueldad determinamos un fin, casi siempre lindante con otro nacimiento caprichoso. Lo que sí es ostensible —e imposible de percibir cabalmente con respecto al pasado— es cuando se está inmersx en un boom.

¿Cuáles son las condiciones que nos habilitan a pensar que algo está pasando? Imposible no volver a recurrir a la vaguedad. Todxs quisiéramos, como Woody Allen en Todo lo que usted quiso saber…, despertarnos una mañana y saber que estamos en otro período histórico, pero lo cierto es que los síntomas son sutiles, erráticos, inasibles. “¿Viste ese video que está filmado como si pasara en tu celular, de estos chicos nuevos que rapean?”, Top 50 Argentina: #1 Duki feat. …, Trap no son tus putas, trap son mis negros tumbando el club. Para cada una de nosotras, un inicio diferente. Y sin embargo, trap. Hoy inequívoco, ya quizás metamorfoseándose, ya con amantes y detractores expresxs, ya con rostros, relatos, historia.

Cuando empezamos a conversar sobre la posibilidad de escribir un dossier, una premisa que sostuvimos desde el inicio fue el desafío. Queríamos escribir sobre algo que fuera un poco más nuestro pero que, al mismo tiempo, dentro de ese nuestro entraran las aficiones de todas, y, fundamentalmente, que hubiera una plasticola entre los huecos de cada letra. Que las notas brotaran de charlas, ediciones, lecturas y relecturas. Que fuera tan colectivo como pudiera serlo.

En las ramificaciones de este dossier virtual estamos pensando, preguntando y ensayando sobre el trap entroncando algunos de esos síntomas que nos hicieron sentir que presenciábamos la escena. Parece ineludible que, quizás, para hacerse fuerte, mucho del ideario trapero se constituye volviendo sobre sí. Dentro y fuera de las canciones, el trap, lxs traperxs, lxs consumidores y lxs consumidores de lxs consumidores aseguran mediante la recursividad que hay algo arrollador detrás de la autoproclamación. Y si de auto-definiciones hablamos, hay tanto que decir de lo meramente discursivo como de la estética que permea el fenómeno: con el trap llegaron ropas nuevas, tapas de discos con preocupaciones latentes por la composición —que de tan pregnantes se asientan en los rostros jóvenes de lxs ídolxs de veintipocos— y bailes que homenajean y hacen explotar desde adentro vetustos estigmas sobre los cuerpos. En el medio de todo, la canción: cuánto de todo el boom se vuelca en algo que, a priori, se puede pensar únicamente como un género musical. Las letras y las maneras en las que se combinan el sinfín de elementos en cada pieza hacen de la mezcla la manera predilecta de capturar los síntomas y ser síntomas. Es como si el trap estuviera siempre atrapado en sí mismo.

Como ven, abrazamos el desafío. Y habiéndolo premeditado menos de lo que lo constituimos en el hacer, publicamos este dossier lejos de cualquier intención de exponer una verdad categórica sobre el trap. Más bien, en cada una de las partes que lo componen hay invitaciones a abordar ángulos diversos del trap, tomas de distancia, acercamientos y golpes que pretenden reunir apreciaciones con las condiciones que genera la escritura. Pero de fondo, siempre el beat. El beat colectivo, el beat, amigx.