En las repeticiones visuales y sonoras de “Anaconda”, hay una afirmación del desborde como propuesta estética posible. En el trap actual interpretado por mujeres gordas puede rastrearse reminiscencias. En “Where my girls at”, Dai Burger cita “Anaconda” indirectamente y dice Me and my bitches we about to start a riot / And we don’t give a fuck about no diet (“Mis perras y yo vamos a empezar una revuelta / y no nos importa una mierda ninguna dieta”). En “Tempo”, Lizzo canta Slow songs, they for skinny hoes / Can’t move all of this here to one of those / I’m a thick bitch, I need tempo (“Canciones lentas, esas son para putas flacas / No puedo mover todo esto con una de esas / Soy una perra gorda / Necesito tempo”) referenciando aquel fuck those skinny bitches in the club (“A la mierda con esas perras flacas en el club”) de Nicki Minaj, donde insulta el ideal de los noventas, para darle lugar al culo grande y las caderas anchas.
Otra heredera del bounce, bounce, bounce es “Thot Shit” de Megan Thee Stallion. En el video, aparece un grupo de mujeres vestidas como trabajadoras que acosan a un político blanco a través del twerking, con culos mostrados como grandes, pesados, gordos, rebotando sobre espacios de lo cotidiano. Allí, se referencian películas del género fantástico para hablar de esas corporalidades. No resulta casual: en todos estos videoclips, se genera un efecto de ensoñación a través de la repetición, la exageración, la abundancia y el calor artificial. Se figura una continuidad del cuerpo y el espacio, se transforman los ambientes. Estos recursos, en el contexto de estos géneros musicales, habilitan construir un lugar de enunciación donde se encarne lo grotesco como carácter identitario y contestación.