AUDIONOTA

Gedencia y ternura: Modelos de excepcionalidad posibles

Si pensamos estrictamente en términos de género, es evidente que los chicos rockeros del indie rock porteño-platense-mendocino que alcanzaron un clímax en 2018 le pasaron la posta del furor popular a esos otros chabones de caras tatuadas que tiran barras al ritmo del 808. Muchos podrían decir que son otros públicos, y que la digitalización y las redes sociales proponen una proliferación del nicho: hay lugar para todos. Sin embargo, el trap propone una contradicción original (pero no nueva) entre mainstream y contracultura.

Si bien la subalternidad es una idea predominante e ineludible del trap y sus letras, al mismo tiempo, existe un componente autobiográfico en el género que supone el concepto de sujetos excepcionales. Los traperos hablan y se inspiran en sus propias hazañas, derrotas y aciertos. Tienen que asegurarnos que esa vida es una que vale la pena contar. Ahí reside su autenticidad: yo lo escucho a ese trapero o le creo porque es real, porque se hizo “desde abajo”, porque no hay otro como él.

Desde este lugar, abunda en las canciones una hiperbolización del yo, que lo puede todo, que ya fue contra todo, que es amado y respetado por sus contemporáneos, que alcanzó la fama, pero aunque nadie se lo pida, necesita reafirmarse constantemente.  Como rima Duki, el rey Midas: soy un rockstar, estoy que goteo // estoy que no lo creo, transpiro oro por los dedos, entendiendo además su fama como sorpresiva hasta para él. El camino del héroe (una narrativa muy presente del género) nunca es gratis. Muchas veces, esa excepcionalidad se reafirma a través del dinero—legitimado, porque se lo ganó a través del trabajo—, como le dedica a su hijo Ysy A en “Full Ice”: estoy con los flow que ninguno / otra noche haciendo plata para Bruno (…) le voy a dar lo que mi madre no tuvo. Por supuesto, también esa excepcionalidad se reafirma a través de las drogas, ya no siendo aquel que las vende pero sí el que tiene el monopolio, como Dillom: mis opps (oponentes) son medio opa, lo fumo con falopa / y si quieren lo que tengo yo conozco al de la nota; y otras veces, por las minas o hasta por las tres en simultáneo, como dicen Duki e Ysy A en “Hijo de la noche”: pienso en droga, plata y p*ta’ / yo no quiero un coche.

Esta subalternidad propuesta por las grandes cabezas del trap masculino hace tiempo perdió peso: la supuesta “multiplicidad” de tópicos cantados terminaron siendo yo, mis putas, mi plata y mi droga. Que no se malinterprete, como dice la sitcom, not that there’s anything wrong with that… Pero proponemos la contradicción cuando esa subalternidad ya no es excepcional, sino que pasa a formar parte de la hegemonía. Si todos son antisistema, anti ley, anti todo, se produce un nuevo todo. ¿Pero entonces, dónde están los verdaderos antis?

Por lo pronto, parece ser que en el underground. Quizás no se trata de pretenderlo todo de una sola figura, sino de encontrarlo en dos, en dos maneras de mezclar subalternidad, realidad y reafirmación, dos maneras de proponer otros relatos de la provocación y la fama: la ternura de BB Asul y la gedencia de The colorated. Amigas y contrapuestas, la oposición entre ambas nos permite tematizar otros aspectos que no se alejan del todo de la hiperbolización del yo que necesita reafirmarse; que lo hacen a través de dos modelos de conducta que expresan subalternidad, si pensamos en aquello que se les pretende a las mujeres. Desde polos superficiales o estéticos que se muestran como opuestos, BB Asul y The colorated respetan la institución del trap sin perder aquel discurso de la excepcionalidad auténtica, cada una a su manera.

A modo de goth princess, The colorated abre la puerta y conduce a la cámara adentro del antro oscuro donde sucede el videoclip de “Miseria”, un mundo interior cercano y ajeno mientras nace y se cancela: te di mi vida y me mataste. Las puertas del cielo se abren de su mano para conducirnos a una suerte de clande en un departamento, donde unas ventanas no esconden que afuera ocurre el día, pero adentro, todos visten negro y cuero, y sus cuerpos se entremezclan de fluidos. Desde el inicio, ella totaliza: lo único que hago son desastres. La hiperbolización del yo se refuerza en el amor: ni yo entiendo bien lo que me pasa / o si algún día me quisiste. Sin embargo, aunque esté rodeada de gente en su fiesta privada, el yo necesita aclararnos no necesito a otro / enfrente del espejo me excito, auto-totalizándose a través de su deseo.

Paralelamente, un peluche es el primer plano de “Focus”, el videoclip de BB Asul en el que nos invita a participar de un pseudo departamento de paredes de telas sedosas y brillosas, repleto de osos de peluche. Quizás tenga algunas reproducciones más en YouTube por su cercanía a melodías más poperas, o por sus colaboraciones con Taichu y Odd Mami de la Rip Gang (la crew de Dillom, caritas jóvenes al margen pero día a día más populares). Su cuarto interior es tierno e infantil, bañado por luces bajas azules y rosadas. Pero no te creas nada, es que me duele el cora / y estoy buscándome un papa que lo emparche. BB Asul nos invita a sumergirnos dentro de esas texturas suavecitas mientras recibimos los mimos de uñas largas que cuentan pastillas sobre la mesa.

Esa canción forma parte de UWU, su primer disco de estudio. Allí, BB Asul no borra del todo ese dejo más border que aparecía en sus singles anteriores. Se enfoca en establecer vínculos más precisos con melodías del R&B y matiza su voz dulce y cuidadísima con un autotune más sutil, dosificado. Ese rastro más trash se vislumbra, sin embargo, por momentos, en sus letras. “Fresh prince”, una canción mimosa que entre versos de adoración y cumplidos desliza con naturalidad cualquiera de estos días me voy a suicidar. BB Asul deja ver que la salud mental es un tópico posible para escribir una canción de amor: más pastillas que un enfermo terminal (…) te busco pa sentir algo, que hace mucho que no puedo. El mundo interior suave y armonioso del R&B se combina con una desestabilización declarada.

En el otro espectro del desequilibrio, The colorated propone un trap que se aparta de la clásica línea de bajos del género y se nutre del electro punk y el metal. Su impronta disruptiva ataca tanto sus beats frenéticos —bajos distorsionados, baterías protagonistas— como su trabajo con la voz: parte de su potencia reside en un tono de voz grave, gutural (como en “Stash”), y hasta gritos pelados (como en “Muy dopada”). Esa voz de ultratumba que tampoco tiene miedo de producir gritos parece estar reviviendo demonios, dejando salir una interioridad inmanejable, presa de la cantante. Ese personaje es aquel que puede construir el relato de “Muy dopada”, una canción áspera que desde el título nos propone otra concepción del yo: uno desequilibrado y tapado, por otra droga que ya no es la que el trap, en sus orígenes, se jactaba de vender, sino una relacionada al poder de un mundo propio demasiado poderoso. Ese yo es el que puede cantar que lo que no te viola te hace más fuerte, pero sobre todo, el que puede gritar tanto decime que no tengo la culpa / de que lo que haga parezca ruido como a mí me vienen a tratar de puta / solo si yo se los pido en la misma estrofa.

Sin saberlo, trazan una línea que re-semantiza la excepcionalidad de la auténtica vida del trap. BB dice en “HENTAI”, el tema que sacaron juntas en febrero de 2020: cuando me muera ponganme delineador y la Colo en “Miseria” repite me pongo rimmel pa pegarte con el cinto. Esa necesidad de reforzar la imagen, de delinear, de autodefinirse, sigue presente. Se refuerzan y provocan, juegan con sus propios límites y los anulan, se les paran encima.

Estas dos divas se encargan de re-semantizar los tópicos mencionados anteriormente —yo, mis putas, mi plata y mi droga— pero dejándonos entrar a sus mundos interiores, a sus espacios íntimos, planteándose como excepcionales, sí, pero desde un lugar doblemente subalterno: proponen una vulnerabilidad reivindicada, más allá de lo establecido por lo masculino. Evidencian en sus letras su precariedad y su desequilibrio, hablando de sus placeres sexuales y de salud mental. Se construye desde ahí un espacio retórico de la excepcionalidad que aún no ha sido agotado por el mainstream del trap. The colorated y BB Asul operan desde la institución que es el trap hoy, con sus respectivos temas, mecanismos y estéticas. Explotan su imagen y hablan de coger, también dicen “papi”, “mami”, “estoy caliente”, también se drogan, pero ante todo: chupame la concha, rapero siome.

Picture of Lucia Requejo

Lucia Requejo

Colaboradora

Compartir