Bajar no es lo peor

Quienes hemos descendido alguna vez sabemos habitar la decadencia. Muchas veces, el recorrido tiene la forma, la perspectiva, el calor, la humedad y el aroma de las escaleras de Requiem Club. Fundado en 1999 en el lugar donde anteriormente funcionaba Pantheon (otro templo que congregaba viejos y nuevos darks), se erigió como un antro porteño, un antro comunitario; una heterotopía donde se congela el tiempo, el espacio, los acontecimientos y las identidades. Como la clave de un arco apuntado gótico, el centro de la propuesta de Requiem es la posibilidad de descargar tensiones y fuerzas en dos puntos: por un lado, da lugar a bailar, cantar y vivir cierta música dark-gótica correspondiente a cuatro décadas atrás que permanece atemporal y resiste al paso de las nuevas tendencias. Por el otro, ese subsuelo habilita la personificación a partir de las diferentes capas de sentido en los looks de sus visitantes. Ropa, pelo, maquillaje y accesorios funcionan como una nueva piel y rostro de todx aquellx que baila al ritmo de Joy Division, The Cure o Depeche Mode. 

Extraño amor (izq.) y Jesús personal (der.)

Este año, en mayo, Dave Gahan cumplió 62 años. En su aniversario, recuerdo Museo Depeche Mode, la muestra individual del artista argentino contemporáneo Ernesto Alli realizada en Galería Grasa en 2022. Aún impregnada de los aires de festejo del taurino, pienso en lo importante del disfrute, y sobre todo, del disfrute semántico. Considero que la creación artística succiona de diferentes fuentes para su composición. Así, Ernesto, por su lado, bebe de las líricas y las melodías de DM, y, mientras tanto, también de la iconografía, los recursos y las técnicas del medioevo. En este montaje, crea algo que él llama “neomedievalismo”, en donde intersecta, desde un ojo contemporáneo, líneas de fuga en las que convergen el pasado y el presente. Desde esa nostalgia, que busca traer lo lejano a las calles porteñas, instaló en el barrio de Chacarita no únicamente un tributo institucional a la mítica banda, sino una alegoría del descenso. Tras bajar por unas cortas escaleras, en un espacio oscuro, caluroso y musicalizado por una playlist curada, se exhibían cinco vitrales. Estos estaban hechos a la manera del artesano medieval con agregados contemporáneos y exponían el camino de uno de los héroes actuales: lx fan. Para dichas piezas, Ernesto tuvo que aprender el oficio medieval y preparó los vidrios, los cortó, ensambló y los inmiscuyó con impresiones 3D y motivos propios. En Requiem (2022), por ejemplo, se disponen dos escenas coronadas por frondas. En ellas aparece el recuerdo de los días de fiesta anclados en el emblemático sótano homónimo de pisos en damero. La luz ingresa en este templo subterráneo a través de un rosetón que abandona el típico motivo de flor para incluir el que propone el disco Violator. Arriba, cierra la composición la palabra “REQUIEM”, por si alguna duda nos quedaba: en la misa de los difuntos solo puede acompañar el ascenso la melodía que un DJ gótico disponga. En Maestro y sirviente (2022), nuevamente se representa la bipartición y, en este caso, el jano bifronte que implica todo juego de poder. Aquí se ejemplifica con la figura de lx fanáticx que, por un lado, hace que una banda reconocida sea, que tenga el poder de llenar estadios y levantar todo concierto; pero, por el otro, lx fan es el que se sacrifica, que pasa frío, calor, hambre, cansancio, que espera y llega a la valla para ver desde abajo a sus ídolxs. En todo caso, como dice la banda: It’s a lot like life and that’s what’s appealing.

Quienes nos hallábamos en su capilla, entonces, entendíamos que podíamos ser iniciados no únicamente en su credo con piel de látex, sino en todos aquellos con los que alguna vez habíamos estado obsesionadxs. Sus piezas nos enseñan historias universales de amor, sexo, relaciones de poder, veneración y la tan prometida salvación. En su obra, Ernesto nos muestra el mundo en sus ojos y nos introduce en su fantasía neomedieval indisciplinada que no se repliega ante el yugo intelectual del capitalismo moderno. Al contrario, expone sus manías y como profeta promete reencantar ese mundo que necesitó ser desencantado para ser dominado. Sin embargo, en su rol de maestro, a sus sirvientxs y aprendices no lxs sermonea como un Jesús personal; más bien, frente a su mar de pecados, les despliega un arsenal dulcemente perfecto. Entre sus armas aparecen catapultas, cepos y cuchillos, junto a pirulines, manzanas acarameladas y picos dulces siniestramente aumentados de tamaño. Artefactos de tortura o reliquias; con todo, elementos mágicos, amuletos, que protegen de la peor herejía: la caída en el desamparo por la pérdida de la pasión propia.

Maestro y sirviente (2022, izq.) y Requiem (2022, der.)

Ante el desgarrante cuestionamiento de Jesús a su padre en la cruz (“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”), Ernesto responde sin certezas celestiales, pero con esperanzas terrenales: “I hope he never lets me down again”. Entonces, si la promesa de la arquitectura gótica era su estructura simbólicamente ascensional que aseguraba consuelo luego del sacrificio del hijo crucificado, en su Museo Depeche Mode, Ernesto Alli buscaba subsanar las angustias diarias para afrontar la vida desde el arte al compartir la vivencia de un amor extraño que parece sumamente personal pero que, en su empática posibilidad de interpelación, se vuelve ecuménica.

Imagen de portada: Disfruta el silencio

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Danila Nieto

Danila Nieto

Colaboradora