Y los de afuera son de plástico

Con su último disco Lali no solo se coronó como una de las artistas Pop más importantes del país, sino que, defenderé aquí, se posicionó como una auténtica heredera de la cultura pop-ular Argentina. Su disco es un homenaje a la telenovela nacional a la que le debe su carrera, al pop nacional donde cita a Babasónicos y saca temas con Miranda!, al pop internacional tomando sonidos de Gaga y vistiendo como Cher, al Rock nacional con sus guitarras, sus banderas y su gesto insurrecto, al presente joven del trap y al movimiento de música independiente tomando como aliados a figuras como el Duki, BB Asul y Dillom, así como también a la historia trans y travesti y su universo estético y de lucha. Pero esta nota no se trata de hacer un listado de referencias o colaboradores, lo que me propongo entender acá es una narración femenina rebelde que se gesta en el marco de esta conjunción pop-rock disidente que es No vayas a atender cuando el demonio llama (2025) y que le habla a la historia de lucha popular argentina.

El primer tema “Popstar” es un homenaje al pasado de Lali como estrella infantil de la televisión en los programas de Cris Morena: Rincón de Luz, Chiquititas, Floricienta y Casi Ángeles: todos los éxitos con los que Lali se convirtió, para muchos de los que esperábamos impacientes los capítulos, en una ídola carismática y popular. En el videoclip de “Popstar” Lali se figura a través de la estética de los videojuegos: la imagen de Sim formateada para ser una adorable niña con dos colitas que salta inocentemente por el camino del sol hasta que encuentra flotando, esperándola, una botella con el ícono anarquista que hace a la estética del disco. Lali “Sim” toma de la botella (del pico, claro), realiza una metamorfosis a una joven rockera hot y el paisaje se transforma en una fantasía postapocalíptica en la que Lali sale volando a ¿combatir el crimen?

La referencia a el videojuego Los Sims no es solo una marca nostálgica de la infancia, el juego consiste en crear casas y mundos en los que ubicamos personajes y familias a las que simplemente hacemos vivir: hay que hacerlos cocinar para comer, mandarlos a trabajar, ir al baño, relacionarse, entretenerse. Pero para cualquier jugador es evidente que una de las dimensiones más importantes del juego está en la capacidad de diseñar las casas y los personajes. Tanto es así que para las últimas versiones del juego se puede moldear al personaje hasta el detalle del ancho de la boca o el largo de la nariz con absoluta precisión según el deseo del jugador. Esta fascinación creadora apela a una mítica fantasía: la de crear y controlar hasta el último detalle la imagen de un cuerpo y luego verla tomar vida

Este mismo es el fundamento del mito de Pigmalión, un hombre que se enamora de su propia creación, la estatua de una mujer, y le pide a los dioses que le concedan darle vida. Este mito, pensado desde el punto de vista del creador, apela a la fantasía de que una imagen ideal y perfecta se convierta en realidad, mientras que, desde el punto de vista de la creación, apela a un miedo –extendido en la actualidad– de convertirse en una mera imagen, volverse la fantasía del otro y ser paralizada en esta idealización. Esta es una narrativa muy presente en las historias de las divas y las estrellas, desde Rita Hayworth, Greta Garbo, Lady Gaga, Taylor Swift, pasando por nuestras ídolas populares Tita Merello o Mirtha Legrand. La diva es una imagen construida por el mercado del deseo de la industria cultural, y como tal se debate entre la idealizada inmovilidad y el movimiento hacia una vida íntima expuesta para reforzar su existencia como una más de nosotras. En su último y aclamado disco Mayhem (2025), Lady Gaga le dedica una canción a este miedo: denunciando la hipocresía de una industria pero también de un público que te eleva para después destruirte a capricho y voluntad, en “Perfect Celebrity” Lady Gaga canta desde la perspectiva de esta creación monstruosa, perfecta y fantasiosa de la industria cultural y de la fama:

I’m made of plastic like a human doll

You push and pull me, I don´t hurt at all

[Estoy hecha de plástico, como una muñeca humana

Vos me empujas y estirás, no me duele para nada]

El plástico acá refiere a la materialidad de la muñeca humana como un siniestro maniquí, réplica del cuerpo femenino creado para ser vestido y modelado para la mirada del consumo. Este maniquí cobra vida y, desde su cinismo, Gaga le hace decir: solo soy plástico. De manera similar, Taylor Swift el año pasado cantaba en “My boy only breaks his favourite toys” desde el punto de vista de una muñeca, alguna vez elegida de la góndola y amada pero que ahora fue abandonada en el arenero. Pero si los astros del pop internacional cantan desde el punto de vista de las muñecas/maniquís para denunciar la hipocresía sobre las expectativas puestas sobre las mujeres y las artistas, Lali inmediatamente se corre de ese lugar.

Hacia el final del video de “Popstar” el sonido y la imagen, entre acoples extraños, nos revelan que estamos viendo una vieja tele de tubo en un galpón oscuro y deteriorado. Lejos de los prados verdes fluorescentes y lejos de las niñas inocentes, pasamos a la resistencia anarquista del rock. Este nuevo espacio forma parte del paisaje del disco, un paisaje de edificios abandonados y figuras encapuchadas que aparecen y desaparecen junto a Lali, transitando fantasmagóricamente una urbanidad desconocida donde el desastre está instalado. Este gesto de trastocamiento de las planicies digitales a los recovecos sucios de la ciudad es donde se encuentra el gesto de torsión de No vayas a atender cuando el demonio llama: Lali no es ninguna figurita de televisión ni un avatar creado por imaginaciones morbosas, ella está en otro lado, es carne y hueso en el medio del paisaje del desastre.

Mientras otros la nombran y la definen (“¿la heroína definitiva que demanda la época? ¿la mayor delincuente de la que se tenga memoria?” dice el locutor en “Sensacional éxito”), ella produce una torsión y desorganiza el punto de vista. Ahí dónde otros quieren definirla y dominarla, ella devuelve la mirada y responde. En vez de ser ella la muñeca de plástico, apunta y dispara, de plástico son los otros

Ahora que sueno en la radio me buscan

Ahora que ya lleno estadios les gusta

Son de plástico

Ahora que nunca me caigo se frustran

Ahora que no me lo guardo se asustan

Son de plástico

En “Plástico”, canción en la que se encuentra la frase que da nombre al disco (y cuenta con la colaboración del Duki), no solo los plásticos “vampiros con ropa de diseñador” no la definen como objeto a ser admirado, sino que, en el trueque de posiciones de la mirada, lo que hace es exponerlos a ellos. El tema pone luz sobre mecanismos de poder, muestra pactos ocultos y tratos que se cierran entre rostros deformados y fantasmas artificiales.

Este es el mismo gesto que está presente en “Fanático”, el single que catapultó la nueva era de Lali seis meses atrás, la canción que se volvió emblema político en manifestaciones: es justamente su tono de denuncia de los hipócritas lo que le da la potencia para ser recuperado colectivamente. Porque más allá de la autoreferencialidad que atraviesa el disco, responderle desde los gritos pelados del pop rock a quienes quieren doblegarnos carga con el reconocimiento de nuestras historias de lucha colectiva, las mismas que históricamente fueron musicalizadas por el rock nacional, por nuestro cine, nuestra literatura y nuestra poesía. Ahora, este es el mismo rock del que la estética libertaria se apoya cuando Milei canta La Renga a los gritos o cuando solo viste sus camperas de cuero, por lo que en la elección de este género también hay un gesto de disputa por la politicidad de los símbolos populares. Ahí es donde la presencia de Susy Shock, artista, poeta y militante trans, en el videoclip de “Perdedor”, viene directamente a entablar un diálogo entre este rock clásicamente muy masculino, con la historia y el reconocimiento a la historia de lucha de las comunidades LGBTQ y de las mujeres.

yo monstruo de mi deseo

carne de cada una de mis pinceladas

lienzo azul de mi lienzo

pintora de mi andar

 

Este famoso poema de Susy Shock “Yo, monstruo mío” refiere a la creación de la propia imagen, a la construcción del propio ser para convertirse en criatura hermosa y monstruosa, pero es una autocreación: desde la propia carne, no desde las maquinaciones de una industria de entretenimiento o un escultor desquiciado con poseernos. De manera similar, la figurita de videojuego que inicia el disco sale a recuperar su humanidad a través del cuerpo: una tapa de disco que es carne y hueso, la fuerza abdominal del guerrero devenido ícono sexual. “Lokura”, “Tu novia II”, “Sexy”, “Mejor que vos” son todas canciones que festejan la sexualidad y el goce del encuentro con otro; no es una figurita que se queda esperando los aplausos, es una persona que sale a mirar, tocar, seducir, divertirse.

Entiendo que este disco de Lali es distinto de todos los que hizo antes no porque sea una respuesta política directa a la derecha rancia que gobierna, sino porque es un disco históricamente argentino que dialoga con su contexto sincrónico y anacrónico, eso que convierte a Lali en una heredera de sonidos, gestos y luchas de la nación. El modo en que el pasado, presente y futuro de la cultura popular atraviesa el disco es un testimonio a una producción que está conectada con su contexto presente y recupera la historia sin nostalgia, una oda a la vitalidad que aunque (creo) solo estamos encontrando en el arte es una soga de la que agarrarse para salir a flote y enfrentar el paisaje del desastre.

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Mili Villar

Codirectora