Escribir sobre trap: desafíos y certezas

Del gangsta rap al reggaeton, de Estados Unidos a Latinoamérica, pasando por el boom de El Quinto Escalón, la competencia de freestyle rap más importante de los últimos años, cuna de artistas argentinos emergentes. Apodos que crean un mundo, canciones que exudan autocitas, definiciones que se reescriben a cada posteo de Instagram, a cada lanzamiento por Spotify. ¿Habrá en la contemporaneidad algún otro fenómeno musical tan atractivo, omnipresente y huidizo como el trap? Desde Revista Encuadra, conversamos con Camila Caamaño para catalizar perspectivas posibles respecto de la escritura sobre un universo musical que se reconoce esquivo.

Oriunda de Mar del Plata, hace más de diez años que vive en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y, desde octubre del 2019, escribe con frecuencia el newsletter Triste y Tropical. En su primera entrega, Camila funda las bases de lo que sería un camino que se permite pausas, digresiones, insistencias: “escribir sobre algo que me hace feliz como es escuchar música e investigar sobre eso potencia aún más esa sensación placentera”. La génesis de este newsletter tiene tres focos: el fanatismo, las ganas de escribir, y el hartazgo de ver en todos los medios masivos cómo escribían para generar clicks y lo único que sabían hacer era contabilizar las reproducciones y las views de los videos, “como si eso fuese una virtud por sí sola”, nos cuenta Camila. “Fue muy notable cómo cierta generación sintió que se le estaba arrebatando un espacio (el del rock) y eso los llenó de resentimiento, tanto a su público como a sus redactores (y sí, en su mayoría hombres, por si es necesario que lo aclare).”

Lejos de esa tradición musical tan arraigada en nuestro país, el hilo conductor de estas entregas es la búsqueda de un pensamiento sobre el trap, y me atrevo a decir que la relación harto problematizada entre forma y contenido cobra aquí un carácter de indiscernibilidad: la escritura de Caamaño se funde con su objeto, “un género que no tiene límites, se lo machaca, se lo combina, se lo suaviza”.

Ahora bien, ¿cómo transformar el placer de la escucha en una herramienta de comunicación?  

Hacía el ejercicio de entrar y leer todas las notas que se hacían sobre la “escena” del trap (ya volveremos sobre esta expresión). De la misma manera en que esta reventó con efervescencia (dejando a más de unx tirado en el camino) y se caracterizó por pibes haciendo de todo por las suyas, me parece que hoy con los grandes medios babeándose por buscar el tráfico, quienes observamos el fenómeno (esta palabra también me hace ruido) podemos elegir contar algo de la historia, así sea como testigos. Entendí que tenía que encargarme de escribir sobre algo que, para mí, realmente vale la pena contar.

¿Cómo avanzamos hacia un objeto que excede la materialidad con la que escribimos (la palabra)? ¿Qué recursos podemos desplegar desde la escritura para acercar una canción, un disco, un artista, a quien no lo conoce?

La gran ventaja que tiene un newsletter en comparación con una nota por encargo de un medio pago es que justamente escribís desde las ganas, y allí lógicamente se filtrará la autorreferencialidad. Si bien existen otros newsletters más fríos, más informativos, yo no busco eso. No me importa contar qué cantante está saliendo con quién o entre cuáles hay beef, porque eso no aporta nada a la manera que encuentro para acercarme a la música. A mí me parece que puntualmente el trap es una cosa medio esquizofrénica, que está viva todo el tiempo. Y que en especial en Argentina fue una etiqueta que encontraron pero que engloba mucho más. Esto es también parte de la motivación: lxs periodistas creen que trap, rap y freestyle es todo lo mismo, y nadie parece querer averiguar la diferencia. Me parece que es pensar prácticamente en tabula rasa. Aunque parezca que no, hay cada vez menos personas escribiendo sobre música, y la espectacularización de los popes —personas muy prestigiosas en su ambiente— favorece esta situación. Pero el esfuerzo es cada vez mayor, de quienes escribimos y ni hablar de quienes leen. Las canciones no son otra cosa que historias, reales o inventadas. Me parece mucho más rico hablar de alguna parte de su letra, el contexto de grabación, los detalles del videoclip, el modo en que se dispone la voz del artista. Me parece que todos esos datos son mucho más persuasivos que describir el ritmo de la canción.

¿Creés que este lugar común de que “trap, rap y freestyle es todo lo mismo” es algo que juega más a favor o más en contra de estas expresiones artísticas? 

Ninguna de las dos cosas. Es una mezcla entre Internet, pensada como una plataforma de autobombo, y nosotrxs (lxs usuarixs que no somos artistas) manijeando como una suerte de curadores y observadores de lo que pasa, algo que hace rato ya dejó en jaque al periodismo tradicional (yo misma escribo y no estudié esa carrera, por ejemplo). Así como los medios no son quienes exclusivamente crean contenido, a lxs artistas no les quita el sueño ni una crítica desfavorable ni que unx redactorx con prestigio se rasgue las vestiduras por lo mucho que dice puta y drogas en un tema. Y volvemos siempre al mismo punto, no hay mucho secreto: el gesto que reside en tener interés por escuchar su historia hace que ellos presten atención. No es casual que ciclos como el Caja Negra de Vorterix sean tan exitosos. Su entrevistador, Julio Leiva, lxs deja hablar y no lxs subestima. Lxs artistas entienden que esa es la difusión que necesitan. L-Gante no va a sentarse con Feinmann para que le suban lxs seguidores, YSY A no estuvo en el programa de Pergolini porque le estuviese costando vender entradas. Están tomando revancha en cierta medida.

¿Cómo pensás que se va dando ese movimiento de vitalidad en el trap? ¿Juega el público de estas expresiones algún rol en esta dinamización de la escena?

La comunión, el agite colectivo. El público termina de construir el sentido. Creo que, después de la música electrónica, el trap es el género que más gana cuando se lo consume en vivo. Muchos insistían con la idea del “nuevo rock”, pero por momentos sus propuestas en escenarios están más cerca del punk que otra cosa. Tiene bastante que ver con esa impunidad, un combo entre ser jóvenes y no estar regidxs por una influencia explícita, no ser discípulxs de nadie. 

Volvamos a la palabra escena, un término muy empleado en el mundo de la música que podríamos asociar más a lo performático que a lo sonoro. ¿Con qué palabras describirías las escenas del trap local e internacional?

[La palabra escena] no me termina de convencer porque hace referencia a un artificio, y la escena es teatral, por supuesto. Estxs pibes no dan lugar a preparativos de ese talante, no es algo pulcro como me imagino que puede ser una performance. La escena puede tomarse desde la temporalidad de la música, desde el panorama actual. Algo clave es pensar en su origen. Spotify (y todas las plataformas digitales) deberían incluir en las fichas de los artistas sus nacionalidades. Lo considero fundamental para su presentación porque además posiblemente explique lo que hace. Conozco más la escena nacional, y la describiría a partir de las siguientes palabras: autogestión, seguridad, impulso y persistencia.

Circula también la idea de autoconciencia en el trap, una imagen (un sonido) metarreflexivo, el comentario sobre la industria, la densificación de su imaginario con miles de referencias, incluso la presencia del trap en otras plataformas. Pienso en el videoclip de “Jala Jala” de Ca7riel y Paco Amoroso con el formato de smartphone, también en esa línea narrativa de “Ateo” de Nathy Peluso y C. Tangana (aunque no sea trap, ¿cuán permeables son los límites?) donde muestran ese mundo televisivo de chismes. ¡Y esa especie de beef entre L-Gante y Zaramay! ¿Cuáles podrían ser las potencialidades de estos juegos con el propio discurso del trap?

Yo creo que muchos se ríen de esa urgencia de los medios por descifrar si todo lo que cuentan es real. Me da la sensación, en esa línea, de que sus detractores o lxs adeptxs de la última hora pretenden ponerlos en un lugar que ellos nunca pidieron (L-Gante es el caso más concreto). 

La reiteración es una característica del género. Constantemente se están autocitando, hablándole a sus colegas en las letras, o la cita desde el sonido (samples). Tal vez sea importante diferenciar dos rasgos en contraposición contra el trap de Estados Unidos. Por un lado, el término trap nace de las trap houses, las cocinas de drogas en barrios como el Bronx o Brooklyn. Por otro, los diss tracks —canciones cuyo propósito principal es el ataque verbal hacia otra persona, generalmente, unx artista— no han tenido su versión local. El que citás de Zaramay y L Gante fue el único. Lamentablemente los artistas acá han preferido contestar puteadas por sus historias de instagram, privándonos de canciones posiblemente interesantes.

Mencionaste la palabra género. ¿Con qué criterios podemos delimitarlos? ¿Te parece necesario que un género se defina a sí mismo, en línea con esta idea de la autoconciencia?

Los géneros musicales no existen como antes. Todo es un híbrido (hay excepciones, sí) y ni sus propixs integrantes quieren encasillarse, para ellxs el género puede funcionar como una excusa, un punto de partida para dirigirse a otro lado. Por ejemplo, Duki empezó por el trap y hoy por hoy va camino a ser una estrella global con reggaetones por doquier. Ysy abrió el juego con beats bolicheros (“Rola rola” o “Vamo’ a Darle”) y hasta se acercó a géneros más folclóricos de nuestro país (“Traje unos tangos”).

¿Cuáles pueden ser las potencias y debilidades de un disco con pocas colaboraciones frente al boom de los singles y de los featurings?

Todo estará determinado por una cosa: el concepto. De todos los discos de trap que salieron en los últimos años, si hay 5 sólidos estoy exagerando. Como debilidad, lo obvio: que actualmente somos pocxs los que escuchamos discos completos, no importa cómo se componga. Si el disco tiene un concepto propio además, sí puede conseguir superar la barrera del nicho y tal vez llegar al radar de gente que no escuche trap (como pasó con el primer disco de Bad Bunny, por ejemplo). También es notable cuando los discos salen por una obligación con las majors (y esa misma lógica opera a la hora de digitar los featurings) o porque piensan que es necesario llegar a esa instancia en sus carreras, como también una demanda de su público (es, literal, lo que hizo Duki en SSJ y tal el resultado). No creo que sea necesario sacar un disco para consagrarse y producir un álbum tampoco te garantiza nada.

Aún si no lanzan un disco, la presencia/ausencia de concepto en las canciones de unx artista suele ser un lugar común en el periodismo musical. ¿Qué conceptos son los que tienen mayor circulación hoy por hoy en el trap (especialmente en Argentina)?

De nuevo, partimos de la base de que somos muy pocxs lxs que seguimos escuchando discos completos. La era de las playlists ya lleva tiempo y eso se suma a que el grueso de audiencia al que capta el trap en Argentina no tiene noción de lo que es comprarse un CD. Nacieron con el stream. Creo que uno de los rasgos del trap es la repetición y a la hora de pensar en producir un disco eso se desmantela. Para mí, el mejor disco de trap argentino es Antezana 247 de Ysy A, y está concebido desde lo que podemos llamar “el fin de la infancia”. El concepto no tiene por qué responder al estilo, es algo íntimo.

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Milena Rivas

Colaboradora

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