María Luisa Bemberg: La mujer del cuadro

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Ofelia Meza

María Luisa Bemberg, la pionera directora feminista, dirigió películas con una marcada perspectiva de género, creó personajes femeninos complejos que patearon el tablero del orden establecido, puso en escena cuerpos ligados a lo queer y realizó una sofisticada crítica a las pretendidas ¨buenas costumbres¨ de la clase alta.

     ¨Bárbara, ¿qué vas a ser cuando seas grande?¨, la niña, mirando a cámara, abre el abrigo que lleva puesto de par en par mostrando una remera que tiene escrita la palabra ´BÁRBARA´. ¨A Bárbara con esperanza¨ es la dedicatoria que Maria Luisa inscribe al final de su cortometraje Juguetes (1978).

Resulta particularmente desafiante presentar la obra de una artista cuya multifacética vida se infiltra en su cine y modela su propia poética. María Luisa Bemberg fue una directora, guionista, dramaturga y activista feminista argentina a quien se le atribuyen las primeras películas con una marcada perspectiva de género en la región latinoamericana. Nacida en 1922, al interior de una de las familias más ricas del país y con una vida que incluyó viajes, matrimonio, hijos y separaciones, se dedicaría de lleno al mundo del cine recién a los cincuenta y ocho años de edad con su primer largometraje Momentos (1980).

En sus aproximadamente veinte años de carrera recibió nominaciones al Oscar y trabajó con artistas de renombre internacional como Julie Christie y Marcello Mastroianni. Fue una de las fundadoras de la Unión Feminista Argentina y de la productora GEA  Cinematográfica junto a Lita Stantic.

            Corrían los años setenta y en la agenda de discusión de la sociedad latinoamericana estaba lejos de instalarse la problemática sobre los roles de género, perteneciente a la segunda ola del movimiento feminista que se desarrolló con fuerza en otros lugares del mundo. Latinoamérica en su conjunto, se encontraba tratando de sobrevivir a los sangrientos regímenes dictatoriales que gobernaban la región, lo cual no era favorable al debate acerca de otro tipo de sensibilidades y subjetividades. En este contexto, Bemberg da sus primeros pasos en el cine como guionista de las películas  Crónica de una señora (Raúl de la Torre, 1971) Triángulo de cuatro (Fernando Ayala, 1975).

Durante la década del ochenta, la directora tendrá su periodo más fructífero de producción cinematográfica. Filmó cuatro películas: Momentos (1980), Señora de nadie (1982), Camila (1984) y Miss Mary (1986). Los films de Bemberg de esta etapa cuentan historias de mujeres que patearon el tablero de lo establecido, que problematizaron las relaciones de pareja, los deseos prohibidos y sobre todo la necesidad de transitar caminos diferentes, propios. A medida que pasaban los años, su filmografía se iba volviendo cada vez más sofisticada en lo que concierne a la construcción de una mirada autoral. Pasó de contar más explícitamente la fábula (primeros films) a mostrarla enteramente con imágenes visuales y sonoras, a través de un profundo y hasta obsesivo trabajo con la puesta en escena.

Camila (1984), su película más famosa de este periodo que trata el romance entre la joven aristócrata Camila O’gorman y el padre Ladislao Gutiérrez, recibió una nominación al Oscar en la categoría de “mejor película extranjera” lo cual convirtió a Bemberg en la única directora argentina en obtener dicho reconocimiento incluso hasta hoy.

En los noventa, Bemberg filmará dos películas: Yo, la peor de todas (1990) y De eso no se habla (1993). La primera, basada en la obra de Octavio Paz, retoma los últimos años de la vida de Sor Juana Inés de la Cruz. De eso no se habla fue finalmente la última película que dirigió y es también su pieza más madura. La historia, basada en un cuento de Julio Llinás, trata sobre una madre viuda con una hija enana que no sabe que lo es y un excéntrico extranjero que se enamora de ella. La puesta en escena de la película tiene un tratamiento sumamente pictórico que remite a la estética del artista norteamericano Edward Hopper, sobre todo en lo que refiere al tratamiento de la iluminación del film a través del juego con el claroscuro.

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En su último trabajo, la directora ya no se contenta con ¨contar historias de mujeres¨, sino que sale del binarismo propio de la estructura de género patriarcal para trabajar las figuras de lo monstruoso, del circo, de lo indefinible.

“Ser una buena directora es mi mejor forma de ser feminista” fueron las palabras que extraje de una declaración de María Luisa Bemberg en su última etapa de producción, porque considero es una reflexión acertada con respecto al cambio que se percibe en sus últimas películas. A partir de Camila (1984) ya podemos apreciar un trabajo muy particular con la estética cinematográfica que habla más que la fábula misma, esto se ve en la pregnancia de las texturas, el cambio en el color pastel del vestuario, el tratamiento del cuadro y los evidentes zooms para reforzar poéticamente una situación que cobrará importancia a medida que la película avance.     

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María Luisa Bemberg dirigió películas con una marcada perspectiva de género en todo lo amplio del término, creó personajes femeninos complejos, con contradicciones y deseos prohibidos por el orden establecido, puso en escena cuerpos más ligados a lo queer sobre el final de su carrera y, sobre todo, realizó una sofisticada crítica a las pretendidas ¨buenas costumbres¨ de la clase alta (a la que ella pertenecía). Sobre esto último, la representación de la sociedad y sobre cómo esta reacciona al “ser diferente” de sus personajes fueron una parte fundamental de su cine, que subrayó la hipocresía y la falsa moral de la sociedad burguesa.

Hoy, 2019, en un contexto marcado por un fuerte avance de los movimientos feministas, es importante recuperar una figura pionera entre las directoras en latinoamérica como lo es María Luisa Bemberg. Más allá de ser una mujer que tuvo que atravesar distintos procesos personales de metamorfosis para poder dedicarse al cine, trabajó desde su poética una sofisticada mirada de género en sus films, con los procedimientos propios de lo que nos compete que es el mundo de las imágenes.

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Ofelia Meza

Codirectora