Oscuridades reflejantes

Escribo en medio de un proceso electoral y este texto está costando en salir, va por su tercera reescritura, y los días siguen pasando. Los debates y los resultados van cambiando; igual persisto, convencida de que lo que voy a escribir no va a quedar viejo de una semana para la otra o de un día para el otro como suele pasar con los análisis de coyuntura. A pesar de que este es un análisis de coyuntura, no es de Milei, ni de Bullrich o Massa, eso sí quedaría viejo. No son ellos los que ocupan mi cabeza estos días; en cambio, me dedico a repasar momentos de la historia.

El año pasado vivimos el intento de magnicidio a Cristina Kirchner. Recuerdo el día siguiente, la mañana siguiente, viajando en el tren escuchaba a una mujer detrás mío reverberando un discurso que rápidamente se consolidó: “todo armado, todo mentira, y si no lo fue, hubiera sido mejor que saliera la bala”. En su acto absolutamente banal de despotricar por teléfono viajando al trabajo, se cristalizaba para mí el más profundo horror. En un instante podía percibir el magma de putrefacción que en la historia argentina fueron (y son) los festejos por el aniquilamiento, “viva el cáncer” pasaba silbando bajito. Ese magma que vi ya estaba ahí hace por lo menos 71 años, lo veo líquido y viscoso, potencialmente pegajoso. Con el paso del tiempo puede ser más o menos abundante, estar más o menos alimentado.

Daniel Santoro está exponiendo en este momento un “Panorama” en el Museo de Bellas Artes, una obra de treinta metros de largo que “muestra una línea de tiempo quebrada por una sucesión de indicios de crisis y colapsos que anuncian los posibles finales de este tiempo en que los humanos estuvieron a cargo de los asuntos del planeta” dice Santoro. Los panoramas fueron una forma visual muy usada en el siglo XIX, era muy frecuente que contaran relatos históricos, su forma continua era ideal para crear relatos lineales contenidos por la lógica del progreso. La idea de visión panorámica tenía una pretensión totalizante. En contraposición a una visión parcial, subjetiva, el panorama te propone ver sino el todo, ¿al menos la mayor parte?

Santoro recupera y dialoga con este género para repensar la historia de la humanidad a partir de sus crisis y cataclismos, quebrando así la lógica de relato hacia el futuro; el cual, como dijo Julia en su ensayo La Arena Movediza, hoy es muy difícil de imaginar. Entre sus escenas de avances y retrocesos, el panorama de Santoro presenta la siguiente imagen:

Esta podría ser una expresión del magma, una fuente que está hace mucho tiempo largando su jugo sobre un tronco muerto que ya no vive sus ciclos vitales y este petróleo que es resultado de la sedimentación geológica desde hace millones de años. La relación de la humanidad con el planeta construido por Santoro parte de lo que él llama una estructura ontológica que consiste de una trilogía formada por piedra, madera y carne: “cuando alguno de los términos de la trilogía deja de actuar o desborda sus límites, todo el conjunto se abisma, y esos momentos son los que intento plasmar en el panorama.”

La fuente empetrolada muestra desborde, es un desajuste que produce destrucción, pero a su vez, la fuente es solo un fragmento, como podría ser un fotograma recortado de una película o serie, hace sentido en su lugar en el montaje del panorama total. ¿Cómo se genera y re-genera? ¿hacia dónde discurre este magma? ¿con qué cosas se va chocando, desviando y encauzando, reencontrando o hundiendo? ¿puede producir nuevas formas de vida en su interior?

Hoy el magma se ve desbordado, hay violencia respirable, se escucha en las palabras que retoman expresiones militares. Pero el magma que yo refiero no está solo compuesto de odio, palabra ya sin sentido, usada hasta el hartazgo en formulaciones que la despotencian. Para desatar un horror líquido, que en su desborde se cuela entre rendijas imposibles, creo que se necesita especialmente de otra emoción: el desinterés. 

El desinterés implica la renuencia a escuchar, no importa cuán alto grites, simplemente no interesa lo que se diga. Y esto es central: el desinteresado no quiere decir otra cosa más alto que vos, no cree que “hubiera sido mejor sí salía la bala”, simplemente no participa del debate. Es como un máscara opaca que nada incorpora, lo que le tires encima simplemente se refracta levemente degradado. La pregunta de hoy es ¿qué produce el desinterés? En este ping pong de discursos unilaterales sobre superficies disolventes, las palabras se vaciaron de sentido y ahora son significantes sueltos de un lenguaje que no nos comunica.

Frente a la ansiedad y beligerancia de salir a convencer, “explicarle” al que no entendió por qué tiene que votar de una manera o de otra, hay algunas voces díscolas que entienden que este es un momento para el silencio y no para la marea discursiva de relatos que, recién frente a nuestras miradas atónitas, acaban por mostrarse ineficaces. No creo que este momento tenga buenas y malas estrategias, si la preocupación es la urgencia de la elección, todo funciona y no funciona a la vez. Ahora, si se trata de una preocupación por el largo plazo, el desinterés debería ser el foco principal y ahí necesitamos silencio, no silencio por falta de voz, silencio de escucha. 

No creo que este proceso electoral esté creando lo nuevo, creo que nos devuelve un reflejo, que es contextual, contingente, variable, pero nos muestra algo de lo que somos o de lo que estamos siendo. Yo miro este reflejo y pienso en la señora del tren, veo un magma oscuro. Santoro en su “Panorama” muestra crisis y desajuste, una de sus formas es la fuente empetrolada de inagotable irrigación. Imaginarios de oscuridad y opacidad, ¿pueden reflejarnos hoy?

Bodies in dissent es un libro de Daphne Brooks en el que trabaja sobre las formas performáticas de la resistencia negra de esclavos y ex-esclavos en EEUU entre el siglo XIX y comienzos del siglo XX. Entre estas se encuentra el panorama: El espejo de la esclavitud, diseñado por el ex-esclavo Henry ‘Box’ Brown. En este caso, a diferencia del diseñado por Santoro, se trató de un panorama móvil. Si bien sostiene muchas de las fórmulas genéricas del panorama pictórico, se trata de imágenes que se mueven frente a un espectador estático (más cercano a la experiencia cinematográfica posterior). El panorama de Brown relataba la historia de la esclavitud de una familia, desde su secuestro en África hasta los escapes fallidos y exitosos.

Daphne Brooks en su libro dice que el punto de quiebre del relato del panorama, el que marca el puente de captivo a fugitivo, es la escena “‘View of the Lake of the Dismal Swamp”, que podemos traducir como la “Vista del Lago del Pantano Lúgubre”. Great Dismal Swamp es un pantano del Estado de Virginia y fue un espacio clave para el escondite de los esclavos fugitivos. La imaginería del pantano plaga la iconografía y narrativa de la resistencia negra y la memoria histórica de su potencia revolucionaria. A su vez, el pantano es una imagen oscura y putrefacta de la naturaleza, hedionda, en la que solo sobreviven las alimañas más asquerosas. El pantano es negro empetrolado, un magma de putrefacción que se acomoda entre vegetaciones salvajes. 

Para Brooks, la oscuridad del pantano en el panorama del Espejo marca un quiebre no solo en la narrativa, sino que marca un cambio radical en la visión al forzar a los espectadores a reconocer sus puntos ciegos. Esta es una “oscuridad visible”, que en su opacidad hace de un falso espejo que marca las trampas de la visibilidad. Recientemente en un curso, Iani Moretti nos mostró, sorprendida y sorprendiéndonos, una foto actual de el Great Dismal Swamp. 

Este pantano negro, peligroso y engañoso, es un espejo. Cuando estamos en la oscuridad tenemos que esperar un rato para que los ojos se acostumbren. Si podemos hacerlo y bajar la urgencia para mirar de otra manera, quizás encontremos que vemos cosas nuevas dentro y desde la oscuridad. Quizás podemos hoy, aunque sea temerosamente, acercarnos al magma empetrolado que nos presenta el contexto y ver qué nos muestra de nuestras propias prácticas políticas, de nuestras palabras sin sentido, de nuestra escucha y de nuestras ganas de comprender; no lo que esconde lo oscuro, sino lo que nos revela. 

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Mili Villar

Mili Villar

Codirectora