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Nicki Nicole: ¿el rostro del éxito o el éxito del rostro?

En mi primera aproximación a un fenómeno musical tan imponente como desconocido para mí, lo que más llama mi atención no son los ritmos ni el sonido del autotune, sino sus protagonistas. El reconocimiento musical y económico parece haber llegado rápido para este grupo de traperxs sub 25 de corta, pero pesada, trayectoria. En una entrevista, Nicki Nicole, de 21 años, comparte que ella tenía la certeza de que estaba destinada a algo grande, algo “internacional”. Su forma de hablar me remite al discurso del self-made man, alguien que la peleó “desde abajo” hasta conquistar sus sueños de grandeza. Contrario a lo que estamos acostumbradxs, dos años en el mundo del trap equivalen a 20 años cronológicos.

Nicki canta Me gusta que me miren, me gusta que me quieran, me gusta que me hablen… mirando a cámara, juguetona. Su deseo se condice con su realidad, todxs parecen estar mirándola. Habiéndose introducido en el mundo de la música en 2019, ya suma diversas colaboraciones con artistas como Duki, Cazzu, No Te Va Gustar y Camilo, entre muchos otrxs. Fue tapa de revistas como la Rolling Stone, Billboard, sin olvidar su participación en The Tonight Show de Jimmy Fallon, como la primera artista argentina en presentarse en el programa, y su recientemente estrenado Tiny Desk Session. En entrevista con Bebe Contepomi asevera: “Estoy representando a una cultura, una industria, a Argentina en general.”

El fenómeno del artista joven, ultra famosx y millonarix me remite inmediatamente a Britney rapándose la cabeza frente a los paparazzi en 2007. La premisa del live fast, die young se repite una y otra vez en las bases de la industria musical y del funcionamiento del pop pensado como género o como cultura. Me cuesta enmarcar a Nicki dentro de la tradición del trap estadounidense nacido en las trap houses de los barrios bajos de Atlanta. Es quizás, dentro de la llamada escena del trap, una princesa pop o estrella (en el sentido Hollywoodiano de la palabra) que se destaca por la singularidad de su personaje.

Desde la consolidación de las industrias cinematográficas, el star system se afianzó como uno de los pilares básicos de su configuración industrial. Más allá de las distancias, podemos pensar la lógica que se inscribe en la construcción de este sistema y sus objetivos comerciales funcionando en esta  escena contemporánea. Las estrellas son pura imagen, son lo que se muestra al público sediento por encontrarse identificado con la mujer/hombre de la pantalla. La imágen física se diseña por un equipo completo de estilistas, maquilladores y productores. Sin embargo, la construcción mediática a su alrededor —las biografías, entrevistas, artículos, etc. que se presentan como exposición de sus vidas privadas— es el factor determinante para generar el engagement que los vuelve famosxs y ampliamente consumidxs.

Si pensamos en grandes estrellas de Hollywood construidas alrededor de sus primeros planos, no podemos dejar afuera a la icónica Marilyn Monroe. No sólo por la gran cantidad de fotografías de su rostro y registros de sus films, sino también por los famosos Shot Marilyns (1964) de Andy Warhol. Es un claro ejemplo de cómo el arte pop trabaja sobre la imagen y se apoya en la pregnancia de “personajes extraordinarios”. El rostro de Marilyn, retocado y reproducido incontables veces, es parte fundamental de lo fue (y sigue siendo) Monroe como actriz y principalmente, estrella.

Dentro del mundo del trap local, una artista que se destaca por el protagonismo de su rostro es Nicki Nicole.  El look de Nicki me resulta (a falta de un adjetivo más preciso) exagerado: cirugías plásticas, extensión de pestañas, laminado de cejas, uñas esmaltadas, tinturas, diferentes cortes de pelo, pelucas, tatuajes, etc., etc. En la serie de videoclips de su disco Recuerdos, la decisión estética de centralizar el rostro en primer plano dirige nuestra atención a este “autotune físico”, destacando los detalles que evidencian a Nicki, y a su música, como un producto orgulloso de su artificiosidad. Este primer plano, como en el cine clásico, resalta a la artista en su individualidad y busca generar una sensación de cercanía. La gráfica de último disco, Parte de mí, parece seguir el mismo camino. Nos encontramos con un primerísimo primer plano que se construye como rompecabezas levemente desordenado. El rostro sigue siendo claro, armónico; la intención de separarlo en piezas responde al sustento conceptual detrás del álbum que —según Nicki— plantea el deseo de compartir una parte de sí misma con sus fanáticxs.

Sus looks camaleónicos, sus declaraciones en entrevistas, las poses antinaturales, la sensualidad, el “beboteo”, configuran un personaje que va más allá de la música y parece exceder los límites del trap para instalarse más cercana al pop y su impronta fuertemente ligada al culto a la personalidad del artista. Es central en esta construcción el deseo de generar algo extraordinario, seductor, expansivo. Y Nicki Nicole parece estar lográndolo.

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