Ondas sonoras para estudiar como una diosa griega

Entro a YouTube, pongo en el buscador “música para estudiar” y me encuentro un universo de opciones, con géneros y subgéneros, composiciones originales y playlists de música clásica. El elemento que todos tienen en común: crean atmósferas sonoras. ¿A dónde nos trasladamos con un simple click?

No sé si unx realmente fue estudiante si nunca buscó “música para estudiar” en YouTube, esa plataforma que contiene en un solo lugar todo el universo. Este es el tercer acercamiento que hago sobre las superficies de este punto de todos los puntos: uno es Explorando el Aleph donde hago un recorrido personal por videos que me gustaron y otro fue el análisis de uno de mis videos favoritos de internet: Tom Holland bailando Umbrella de Rihanna. Así que vamos por el tercer intento de agarrar algo de esa plataforma inefable.

No puedo estudiar o escribir o pensar en el completo silencio, debe ser un complejo psicológico propio de la época o quizás es el déficit de atención que nos atribuyen a las generaciones post-internet. Como sea: uno de mis consumos predilectos de YouTube son las músicas o sonidos ambiente. Hay listas de videos que solo son sonido de lluvia, podés elegir entre tormentas o garúas, hay videos de sonidos de pájaros o un río que baja suavemente y hojas de árboles que se mueven con el viento. Hay videos que solo son sonidos de ondas, muchos otros son compilaciones de música clásica o de jazz y hay otras que componen algo nuevo con todos estos elementos.

El primero en acuñar el término “música ambiental” fue Brian Eno (miembro de Roxy Music, colaborador de Bowie, Paul Simon y Coldplay, productor de U2 y Talking Heads). Una de las características de la música ambiental es la composición a partir de capas de texturas, que en los años ‘70 Eno generaba a partir de experimentar con sintetizadores y sistemas de cintas con delay. De esta manera construía piezas de sonido mediante la creación y programación de patrones simples de onda que se van complejizando en el tiempo; es un trabajo complejo para crear algo que parezca simple. En los créditos de su disco Ambient 1: Music for airports de 1978 dice: “La música ambiental debe ser capaz de acomodarse a muchos niveles de atención sin imponer ninguno en particular; debe ser tan ignorable como interesante”.

Muchos de los “videos para estudiar” que encontramos hoy en internet son compilaciones musicales de ondas: Música para estudiar con ondas alfa, Activa el 100% de tu cerebro: ondas gamma binaurales, Música para concentrarse y memorizar con ondas beta.  Este tipo de contenido retoma la perspectiva cósmica de la música psicodélica en la que podemos ubicar a Brian Eno, en particular a través de la idea de mantra que viene de la cultura zen y busca llevar al sujeto fuera del tiempo y el espacio. Estos sonidos son descritos como mántricos porque funcionan sobre la repetición que no va hacia ningún lado, no tienen una estructura narrativa, ni de tensiones y reposos, sino que siguen el flujo de las ondas que se superponen.

Estos sonidos mántricos nos permiten estar flotando en un magma psicodélico donde no hay tiempo y espacio. Pero al bucear por YouTube me encuentro con que hay gran cantidad de videos que buscan hacer todo lo contrario: a través del sonido nos ubican, o mejor dicho, nos crean un tiempo y espacio. Hay todo un ¿subgénero? que podríamos llamar literario o cinematográfico. Por ejemplo, aquellos videos que nos invitan a estudiar en espacios ficcionales ya conocidos como “Estudia en Hogwarts”. Así, encontramos la posibilidad de estudiar en distintos espacios físicos de nuestras ficciones favoritas: Star Wars, El señor de los anillos, incluso Jurassic Park (que la amamos pero no sé si queremos estudiar en ese parque). Los sonidos y la memoria afectiva confluyen en la creación de una experiencia sensorial que nos invita a habitar un espacio otro. Y en la vertiente de ambientes literarios también encontramos las playlists de música clásica como Una playlist para sentirte dentro de Orgullo y Prejuicio mientras esperas a tu señor Darcy. En estos casos se trata de la composición que haría un DJ si quisiera trasladarte a estos universos ficcionales de la literatura del siglo XIX. En esta misma línea me fascinan los videos que no sólo te trasladan de tiempo y espacio sino que nos convierten en personajes: Esta playlist te hará sentir como un villano del siglo XIX, Esta playlist te hará sentir como una diosa griega en las ruinas de un jardín, mi favorita: Estás por cenar con un caníbal y comenzás a sospechar.

Uno de mis canales favoritos es Nemo’s dreamscapes que crea unos videos llamados, por ejemplo, Música vieja sonando en el otro cuarto y está lloviendo. La estructura fundamental es que hay música “vieja” sonando de manera lejana y sobre esto se construye un escenario: un ambiente interior y exterior, a veces hasta se proponen estados emocionales para quien escucha. Entonces, por un lado tenemos la música “vieja”: canciones de los años 20, 30 y 40, que se escuchan en la otra habitación o en un tren o en un auto, y por el otro se construye un espacio exterior: una ciudad, el campo, un recorrido, ¡incluso podés estar en una ciudad debajo del agua! En estos espacios exteriores puede estar lloviendo, con truenos o sin truenos, a veces en el cuarto en el que estás hay un hogar prendido y se escucha el crepitar de las llamas. En Música vieja sonando en el otro cuarto y está lloviendo afuera está la ciudad de París en un día lluvioso de un pasado más o menos definido a mediados del siglo XX.

Es decir que pasamos de las ondas alfa que nos conectan con el uno primordial del cosmic rock a composiciones que construyen ambientes concretos inmersivos que podemos habitar y transitar. Ya no flotamos libremente con las ondas de frecuencia, sino que fuimos trasladadxs en tiempo y espacio creando una ficción con atributos visuales y arquitectónicos, podemos imaginar sus olores, sus texturas, su temperatura. Pero no pretendo que un formato se oponga al otro, podemos pensar que estas composiciones ambientales se deben en tradición a los mismos maestros: la música psicodélica expandió las potencialidades espaciales del sonido y lo volvió estratosférico. En su ensayo “Ono, Eno, Arto: No-músicos y la emergencia del rock conceptual” Simon Reynolds dice sobre las experimentaciones sonoras de Eno: “Los efectos y los tratamientos sonoros abrían una fantástica paleta de timbres; el emplazamiento en estéreo, el paneo y la cámara (reverb) recreaban en audio el equivalente de la  perspectiva y habilitaban todo tipo de espacialidades ficcionales a la manera de Escher; el método cortar-y-pegar y los loops de cintas lograron efectos a mitad de camino entre el collage y el viaje en el tiempo”.

Composiciones como las de Nemo’s dreamscapes utilizan esta lógica del collage y del viaje en el tiempo y no solo en el sonido sino que estos videos crean imágenes para cada uno de sus escenarios. Si bien en la propuesta de estos sonidos ambientales la imagen es totalmente residual, el trabajo puesto en las composiciones da cuenta de un esfuerzo por consolidar mediante todos los recursos disponibles ese ambiente imaginario al que nos estamos trasladando. En Música vieja sonando debajo del agua se trata de una animación sobre una imagen que une la ciudad Rapture del videojuego Bioshock con una imagen inspirada en las pinturas de Edward Hopper. Es decir que la imagen es prácticamente un collage de otro collage, capas de sentidos, texturas sobre texturas, medios sobre medios: sonidos, videojuegos, cine, arquitecturas.

Las cualidades inmersivas de este tipo de configuración sonora me recuerdan a las reflexiones de Lucrecia Martel en otro video de YouTube que recomendé en Explorando El Aleph. En su masterclass del festival de Rotterdam, Martel (una directora que privilegia la composición de ambientes sonoros en sus películas) hace una analogía entre la sala de cine y una pileta: la primera definición de inmersión es “la introducción completa de un cuerpo en un líquido”, entrar a una pileta es realizar un acto inmersivo que toma (casi) todos nuestros sentidos: el tacto, el olfato, el oído, la vista, y transforma de tal manera nuestra relación con el espacio que podemos flotar. Lo mismo que nos sucede si entramos a una sala de cine.

Hoy nos encontramos con muchas tecnologías que compiten por lograr nuestra atención en una cualidad inmersiva, que nos trasladen de nuestro espacio y tiempo presente; estos videos nos movilizan solo mediante el sonido y lo hacen sin abstraernos de nuestro entorno cotidiano. Me gusta que las ondas sonoras me inviten a estudiar o cocinar o simplemente a estar en otro espacio y otro tiempo, porque convierte mi acto cotidiano en algo más, le da un excedente: lo convierte en una experiencia estética. Como dice unx pensadorx modernx que tuve la suerte de encontrar en la web, zico tops comenta: “bendecidx por el algoritmo”.

 

Compartir

Mili Villar

Mili Villar

Codirectora