Girls: De millenials con derechos

Mucho se habla sobre lxs “millenials”, esta generación nacida entre los 80 y los 90, quienes se encontraron como adolescentes en el medio de un enorme cambio de paradigma tecnológico y una nueva versión del capitalismo financiero más salvaje que nunca. Se dice de esta generación que se sienten entitled, lo que traduciríamos por “con derecho a”. ¿Qué significa que una generación se sienta con derecho a?

Quienes usan el término entitled se refieren a que lxs millenials son vagxs que no se esfuerzan porque esperan que las cosas les sean dadas. Pero después de que las élites políticas norteamericanas decidieron salvar a los bancos en detrimento de la gente tras la caída de la burbuja inmobiliaria del 2008, poco les ha quedado a lxs jóvenes millenials para reclamar. Deben transitar entre las ruinas de aquel desastre pidiendo que se les dé aquello que les fue prometido, que no es otra cosa que el gran sueño americano.

Girls fue una serie escrita por Lena Dunham, producida por HBO, que tuvo seis exitosas temporadas desde el 2012 al 2017. La serie sigue a cuatro chicas jóvenes en sus veintis, que viven en Nueva York y pertenecen a la gloriosa clase media norteamericana, son blancas, heterosexuales y privilegiadas. Estas jóvenes se encuentran con que hicieron hasta ahora el camino que les exigieron y cuando fueron a pedir aquello a lo que “tenían derecho” (trabajo decente y vivienda) les dijeron que ya no era el momento para eso. El primer episodio retrata la desesperación de Hannah (Lena Dunham) cuando los padres le dicen que ya no van a pasarle plata porque vive sola y se recibió hace ya un año.

Estas girls millenials se encuentran en un momento bisagra, entre las respuestas frente a la crisis económica y una generación que comenzó a competir entre sí para ver quién era más creativx. Pero el sistema no te avisó que para triunfar había que ser original, compitiendo con tu personalidad como única arma: para ser exitosx hay que ser especial.

La primera vez que vi la serie todavía se estaba emitiendo y yo tenía 15 años, era adolescente, aún no era una girl veinteañera para comprender y empatizar con las exigencias de sentirte muy joven y que te pidan que ya seas adulta. Volví a verla durante el aislamiento, esta vez de corrido, ahora a la edad que tenían esas girls y lo entiendo: como una centennial (nacida en el ‘96) que ve a lxs millennials (nacidos entre el 1981 y el 1993) como aquellxs a quienes les tocó reinventar el caminito a sus a pasos.

La cantante indie norteamericana Phoebe Bridgers tiene 25 años, podríamos decir que es una girl del 2020. Este año lanzó su nuevo disco Punisher, en el que se encuentra el tema  “Kyoto”; la canción dice: “Dreaming through Tokyo skies/I wanted to see the world/Then I flew over the ocean/And I changed my mind” (Soñando sobre los cielos de Tokyo/Quería ver el mundo/Entonces atravesé volando el océano/Y me arrepentí). Desde el aislamiento en su casa por el COVID-19 hizo un videoclip frente a una pantalla verde donde está cantando apáticamente en varios paisajes que podrían ser fondos de pantalla de una estética noventosa, es decir, imágenes fuertemente codificadas como “oriente”: pantallas publicitarias, luces de neón, árboles de cerezos, templos budistas (o eso asumimos, pero que nuestra ignorancia nos valga). Según Phoebe la canción trata sobre el “síndrome del impostor”, sobre estar en Japón y sentir que estaba viviendo la vida de otra persona.

El relato de esta ¿centennial?, una figura joven, creativa y exitosa pero desencantada, me recordó a la quintaesencia de esta serie de millennial y a otra “impostora”.

En la quinta temporada de Girls, Shoshanna (Zosia Mamet) se muda por trabajo a Tokio y hay dos capítulos que nos muestran su vida allí. En el primero (capítulo 3), Japón se presenta como “su lugar en el mundo” donde consigue el trabajo corporativo perfecto para una joven recibida de manejo empresarial. Al comienzo del episodio se nos hace un resumen de su nueva cotidianidad, en un colorido departamento con sus coloridos objetos plásticos y su pelo pintado de rosa. La vemos caminando por la ciudad saturada visual y poblacionalmente, llega a su oficina de estilo minimalista donde hay un joven japonés que le gusta, Yoshi. Por la tarde va a una pileta nudista con sus amigas del trabajo y luego van a comer comidas típicas y “exóticas”. Qué importante es para unx millennial demostrar que son sujetxs del mundo y que podrían vivir en cualquier lado: lo que Byung-Chul Han llama hipercultura, el mundo sin fronteras. Y con este nuevo mundo se constituye una nueva identidad, “la hipercultura no crea una masa cultural uniforme, una cultura única, monocromática. Antes bien, provoca una creciente individualización. Siguiendo las propias inclinaciones, uno arma la identidad a partir del fondo hipercultural de formas y prácticas de vida”. Si a lxs millenials se les exige ser especiales para triunfar, Shoshanna construye su nueva identidad a partir del pastiche de referencias que le permiten ser diferente. 

A mitad del capítulo su jefa le informa por videollamada que van a “manejarla afuera”: un eufemismo para despedirla; la excusa: la economía en retroceso. Así la vida perfecta de Shoshanna se cae a pedazos, no tiene cómo mantenerse en una ciudad tan cara como Tokio. La indemnización parece que no está en el diccionario ni inglés ni japonés, las compañeras de trabajo le dicen que pensaban que era rica porque era caprichosa: “así somos los americanos”, responde ella.

En el capítulo 5, Shoshanna, quien decidió quedarse en Tokio abandonando definitivamente a su novio neoyorkino, está saliendo con el joven Yoshi mientras trabaja de mesera en un bar. Su ex jefa, Abigail, va a visitarla y Shoshanna se ofrece a pasearla por las maravillas de la ciudad que ella ama. Una vez más vemos el resumen de piletas, masajes con peces y comidas del lugar, esta vez la imagen exotista y turista de la ciudad se hace más patente como construcción. Es lo que la historiadora del arte Linda Nochlin escribe sobre “lo pintoresco” en las pinturas orientalistas del siglo XIX, este cumple la función de certificar que la gente por él encapsulada son irrevocablemente otro. En este caso, es ese otro que Shoshanna quiere incorporar al pastiche de su personalidad. Durante la cena con Abigail y Yoshi, él dice que van a tener sexo por primera vez porque ambxs son vírgenes (una flagrante mentira por parte de Shoshanna). Cuando se retira al baño, ella rompe en llanto frente a Abigail y le dice que necesita volver a casa.

La impostora se cansó de fingir y se va caminando por la calle ahora deshabitada mientras suena “Life on Mars”: ese otro ya es tan distinto que es otro mundo, uno que Shoshanna no pudo domar.

La impostura no es otra cosa que la respuesta a las presiones de un sistema imposible. La exigencia de ser únicas, de ser bellas, de tener cuerpos flacos y tonificados, de tener talento y creatividad, de ser modestas y también estar empoderadas, la exigencia de que si algo no te sale es porque no te estás esforzando lo suficiente. 

Enojate porque el mundo es injusto, pero a la vez reíte un poco, no tenés sentido del humor. Mantené la espontaneidad pero mientras planeá lo que querés ser. Sé seria sobre tus proyectos, pero también relajá, sos una obsesiva. Sé realista respecto de tu horizonte, pero a la vez volá, soñá y esforzate. 

Por eso es que perseguimos imágenes, nos ayudan a anclar nuestros deseos en escenarios supuestamente reales a perseguir: una vivienda colorida en Tokio, un novio joven y sexy, un trabajo “cool” y libre (= sin derechos laborales). Esas ciudades hipermodernas e hiperculturales en la otra punta del mundo pueden ser una imagen hermosa, estética e inalcanzable para aspirar a que sea la respuesta a nuestros problemas. Por eso lxs millennials y quizás ahora lxs centennials somos impostores. ¿Qué otras opciones tenemos?

Se suele decir de Girls que sus personajes son insoportables y horribles, lo cual es verdad. Es lo que me gusta de la serie, creo que muestra la imposibilidad de la comunidad en la cuna del neoliberalismo, solo hay lugar para chicas caprichosas, egocéntricas, competitivas y por momentos sociópatas. La serie es fragmentaria a su modo, la historia de cada personaje se cierra en sí misma, no hay lugar para el encuentro o para la mezcla. No hay un “Central Perk” donde todxs se reúnen. Acá las historias se descentran. Durante la estadía de Shoshanna en Tokyo jamás la vemos interactuando con sus “amigas” neoyorkinas y cada una de las historias de estos capítulos se encierran en su propia lógica sin toparse jamás con las otras. La comunidad es imposible.

En cada una de estas historias, en cada pequeño momento, aparece la aceleración, la búsqueda de ver a dónde lleva cada instante, ese vivir en el presente que no es un mantra como la versión new age del carpe diem: es la incertidumbre de que igualmente no sé qué voy a hacer mañana. Para estxs personajes la única manera de atravesar esta falta de éxito, en un mundo que sólo premia las lágrimas de la meritocracia, es un ego destructivo.

La falta de empatía se presenta como regla. Girls muestra lo que el neoliberalismo salvaje actual le hizo a las clases medias profesionales, una sociedad aislada de jóvenes neuróticxs que se creen con “derechos”.

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Mili Villar

Codirectora